LONDRES (AP) – Una lluvia de confeti y un estallido de felicidad recorrieron el viernes las calles de Londres

cuando el príncipe Guillermo y su esposa Kate Middleton abandonaron juntos la Abadía de Westminster para pasear por el centro de la ciudad, donde más de un latinoamericano expresó su fascinación por la realeza británica.

Tras el recorrido en una espectacular carroza descubierta, la pareja salió a saludar y se besó en público en el balcón del Palacio de Buckingham para delirio de una multitud entregada. Fue la guinda definitiva a una jornada inolvidable para las decenas de miles de personas que inundaron la capital inglesa buscando festejar la boda del año.

«Vimos el beso y fue divino», dijo Carolina Caracas, una mexicana de 28 años que pasó la noche en los alrededores de Buckingham para no perder detalle. «Ha sido una experiencia única, porque nosotros los mexicanos no tenemos realeza, así que un evento así sólo se puede ver una vez en la vida».

«Además, ellos serán los futuros reyes. Podremos contar que estuvimos acá», añadió.

Las previsiones de lluvia no se cumplieron y desde primera hora de la mañana, británicos y turistas de todas las nacionalidades y edades se apostaron en los alrededores de la Abadía de Westminster, donde se ofició la ceremonia religiosa, y en el Palacio de Buckingham, punto de destino de la caravana nupcial.

Otro buen puñado de seguidores decidió ubicarse en la emblemática plaza de Trafalgar para seguir la retransmisión televisiva de la boda en una enorme pantalla gigante. El número de banderas británicas, fotos de los prometidos y de la familia real casi recordaba a la celebración de una final de la Copa Mundial de fútbol.

El colorido de las calles resultó espectacular y parecía una competencia por el disfraz más excéntrico. Se podían ver una infinidad de banderas, camisetas serigrafiadas con la imagen de los prometidos, pamelas y sombreros imposibles, tiaras o disfraces de reyes de la época victoriana.

«Hemos sentido una gran emoción. Para nosotros que no tenemos este tipo de cultura monárquica es bonito ver el respeto que se tiene a la familia real», dijo Janet Guevara, una venezolana de 40 años que lucía orgullosa la bandera de su país.

«Hemos tenido que hacer de corresponsales para la familia en Venezuela», agregó.

«Hay gente de todas las edades, de todas las razas y creencias», precisó Carlos Rojas, otro venezolano de 32 años. «Los británicos son muy abiertos con los extranjeros, porque sienten que están transmitiendo su cultura».

Todas las personas que seguían el acontecimiento vitorearon y saludaron a la joven pareja, así como a la reina Isabel II y al príncipe Carlos. Pero, sin duda, los momentos de mayor emoción se vivieron con la llegada al templo de Middleton. Fue allí donde se desveló uno de los secretos mejor guardados y la gente pudo ver su vestido de novia, diseñado por Sarah Burton, directora creativa de la firma Alexander McQueen.

«Es muy bonito, está guapísima», dijo Cristina Iñesta, una española de 35 años. «La verdad es que los ingleses adoran a Kate, aunque no sea de sangre azul».

«La han aceptado muy bien», añadió.

«Vimos a la novia y los carruajes. Fue espectacular», comentó Carlos Ordóñez, un colombiano que había conseguido un lugar cerca de la abadía para ver toda la comitiva.

Tampoco pasó desapercibida para el público la sonrisa de Guillermo al recibir a los pies del altar a su prometida, con quien intercambió unas palabras.

«Ha sido una maravilla. Se veían como una pareja muy enamorada y van a ser los futuros reyes», comentó Tatiana Sánchez, una colombiana de 26 años que estudia en Londres.

«Y el vestido era divino. Estaba en plan princesa total. Se le notaba elegancia y distinción. No mostraba mucho, pero el encaje del vestido era muy sexy», precisó.

El champán corrió como la espuma cuando, al término de la ceremonia religiosa, los recién nombrado duques de Cambridge salieron juntos de Westminster y recorrieron el poco más de un kilómetro que separa la abadía de Buckingham en el Landó Estatal, un carruaje de caballos descubierto construido en 1902 para la coronación del rey Eduardo VII.

En ese momento, una lluvia de confeti azul, rojo y blanco – los colores de la enseña británica – regó a las miles de personas congregadas en Trafalgar.

«Ha sido todo tan bonito. Yo quiero un vestido de novia así y Guillermo es monísimo», aseguró Estela de la Cruz, una peruana de 21 años.

Alma García, una mexicana de 47 años afincada en San Antonio, Texas, asistió emocionada al espectáculo. El viaje a Londres para vivir la boda como espectadora fue un regalo de su familia por el día de la madre.

García tiene dos hijos – Alvin y Javier Santos – ambos nacidos en los mismos años que los príncipes Guillermo y Enrique, 1982 y 1984 respectivamente.

«Es como si los príncipes fueran mis hijos también», relató García ondeando una bandera británica. «Recuerdo perfectamente cuando la princesa Diana dio a luz a Guillermo, porque yo estaba dando a luz a mi Alvin».

Algunos disfrutaron tanto que ya se plantean regresar para la boda del príncipe Enrique, hermano de Guillermo.

«El más querido de los dos hermanos es Guillermo, pero si se casa Enrique también podríamos venir a Londres», bromeó Paola Gil, una colombiana de 29 años.

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