Por primera vez una periodista visita su sede, pero se le prohibió desvelar la dirección y tomar fotos en las que

se pudiera distinguir a trabajadores

Los entresijos de la famosísima aplicación para ‘smartphones’ WhatsApp sigue siendo todo un misterio, incluso ahora que por primera vez una periodista, la redactora de ‘El País’ Laia Reventós, ha visitado su sede. Se sabe que está en la localidad de San Francisco Mountain View, dado que es la dirección que aparece en la web, pero se desconoce su ubicación exacta, pues la periodista tiene órdenes de no desvelarla. Ni en el edificio ni en la puerta se puede encontrar ninguna alusión a que uno se está acercando al lugar donde comenzó la empresa del momento. En ella trabajan 35 personas que se encargan de la atención al cliente, mientras que el mantenimiento técnico se lleva a cabo en Rusia.

WhatsApp se ha convertido en el fenómeno en los últimos tiempos. Según datos del pasado mes de febrero, por la aplicación circulaban al menos 1000 millones de mensajes y está entre las aplicaciones más descargadas en 40 países. Sólo en España, ya lleva más de 6 millones de descargas.

Pero, ¿cómo ha llegado este éxito? ¿Publicidad? No, por el boca a boca. Según los creadores, la aplicación ha alcanzado esas cotas de popularidad no por el ahorro que supone, sino por la calidad del servicio que ofrecen, que provoca que la gente recomiende la aplicación a sus amigos. En cuanto al coste, WhatsApp se puede adquirir de manera gratuita durante el primer año -salvo para iPhone, que se paga desde el momento de la descarga-, y cuando expira el periodo de prueba se abona por ella 0,79€. Por este módio precio, el usuario envía mensajes, fotos, vídeo y mensajes de voz.

Con estas cifras y ante la ausencia de publicidad, la periodista no pudo evitar preguntar a los responsables de la aplicación si obtienen ingresos por vender la libreta de direcciones de sus clientes, a lo que contestaron un ‘no’ rotundo. Para ellos la privacidad y la seguridad es lo primero, por ello nunca piden a sus usuarios más que los datos imprescindibles para el uso de la aplicación: el nombre del usuario -ha de ser real- y el número de teléfono al que irá asociado el servicio

Pero este cuidado por la privacidad no sólo se lleva a cabos con los clientes, también con ellos mismos. Y es que los creadores prefieren seguir viviendo en el anonimato y no facilitan información sobre ellos mismos ni permiten fotografías. La única instantánea que pudo obtener la periodista que visitó la sede tuvo que ser tomada con un teléfono móvil y no directamente a ellos, sino al conjunto de los trabajadores desempeñando su actividad. Dejaron que esta imagen se tomara porque se dieron cuenta de que con las propiedades de la cámara no iban a permitir que se les distinguiera bien, como efectivamente ocurrió.

Su preservación de la intimidad llega hasta tal punto que, cuando les concedieron el premio a la mejor aplicación en la última edición del Congreso Mundial del Móvil, el encargado de recoger el premio fue el responsable de marketing.

En cuanto a los planes de futuro, como salir a bolsa, sus creadores, el ucraniano Jan Koum y el estadounidense Brian Acton, que trabajaron durante 20 años en Yahoo!, declararon que, por el momento, en su mente sólo estaba seguir creciendo. En cuanto al debate de si las operadoras ganan o pierden dinero debido al WhatsApp, ya que actualmente apenas se envian SMS, ellos opinan que les beneficia, ya que de esta forma se aseguran que el cliente contrate una tarifa de datos, lo que les da una serie de ingresos fijos, a diferencia de los mensajes de texto.