Lo sucedido nuevamente el día lunes en el escenario principal del festival Rock al Parque, deja entrever a grandes rasgos,

no solo el desalentador panorama general de la movida musical en el país que se da desde el público hacia las propuestas musicales nuevas (y no tan nuevas); sino también que funciona como un termómetro para evidenciar lo que somos como sociedad, y darse cuenta de nuestra falta de civilidad y de la reinante intransigencia, dos de tantos comportamientos que llevamos “de fábrica”, que explican de alguna manera el por qué la colombiana, es una sociedad anacrónica y enfrascada con los mismos problemas de siempre.

En un “horario estelar” y próximo al cierre del festival, el turno correspondía a la banda de rock nacional Diamante Eléctrico; pero sin siquiera haber pisado el escenario, muy buena parte de los asistentes y hasta algunos invitados de la zona de prensa, ya coreaba la presencia del grupo canadiense Sum 41, que sin duda alguna era uno de los nombres más atractivos del cartel 2015. Es lamentable que sin darle a una banda nacional la oportunidad de ser escuchada, ya el público este pidiendo insistentemente a la banda extranjera; pero es todavía peor que se lo sigan haciendo saber durante el resto de su presentación con gritos de ¡fuera! ¡Fuera!. Diamante Eléctrico no fue indiferente a la situación, pero como buenos profesionales continuaron su presentación evitando en todo momento meterse con el público (como ya ha sucedido en diversas ocasiones con otras bandas, inclusive extranjeras) y además agradeciendo su presencia, extasiados de alguna manera por poder tocar ante un nutrido público cercano a los 80 mil espectadores. No obstante pudo verse como al terminar el show, su vocalista y bajista Juan Galeano se retiraba frustrado, al punto que un miembro del staff se acercó para tomarles la tradicional foto de los músicos con el público de fondo, pero Juan simplemente prefirió no hacerlo.

Uno puede entender que la gente esté deseosa de ver a su banda favorita, pero nada justifica que seamos tan intransigentes con un artista nacional que salió a dar lo mejor que podían. Y sobre todo de rock, un género que en Colombia no tiene ni de lejos la trascendencia de otros que suenan hasta el hastío, y que quienes se dedican a ello lo hacen más por amor y pasión, que por los triviales réditos económicos.

Cada banda que sale a tocar a este festival, sale a “romperla”: se prepara invirtiendo dinero y muchísimo tiempo para que todo salga a la perfección. La dedicación es simplemente admirable porque por semanas ensayan una y otra vez cada canción, calculan cada movimiento, analizan cada palabra que van a decir; están concentrados en cada detalle. Todo este proceso lo conozco porque lo presencié durante tres años en SoundVille, un estudio y ensayadero que fundé junto a un socio y amigo y que hoy día ya pertenece a otras personas. Pero eso ya es otra historia.

El público en general desconoce eso, y no tiene por qué saberlo; pero también se le olvida que está en un festival musical y que eso implica ver muchas bandas; algunas serán de su gusto y otra que no; unas conocidas y otras no tanto; y que cada una tienen un turno y tiempo de presentación, y por ello hay que ser paciente y esperar. Y si no gusta de esperar, entonces bien podría pasearse por los otros dos escenarios. Pero como en ese punto la cantidad de personas es tan grande, lo mínimo que puede hacer es quedarse y darle la oportunidad de escuchar la propuesta, así al final no le guste.

Y Diamante Eléctrico es una de esas bandas que ha hecho la tarea juiciosamente, y eso les ha permitido tocar en México y Estados Unidos. Su música puede no gustarle a todo el mundo, ni ser tan fiesteros como Sum 41, pero merecían su oportunidad.

Comencé este escrito con la palabra “nuevamente”, porque desde que asistí a la primera edición de Rock al Parque, dicho comportamiento del público es recurrente. Un pensaría que con el paso del tiempo las personas se vuelven más abiertas y tolerantes, pero no. No es la generalidad. Muchos se quedan en el camino, en lo de siempre. El respeto les quedó grande y parece que así pueden vivir sus días.

Y es que esta hostilidad del público con las bandas nacionales que crean música y tienen propuestas, ha provocado que se traslade a otros componentes del sector musical, para volverlo un circulo vicioso: desde los bares que no abren fácilmente sus espacios porque saben que a los clientes hay que mantenerlos con los hits que ya conocen, por lo que le apuntan a las bandas de “chisga”, es decir a las que se dedican a montar covers o bandas tributo de grupos o artistas ampliamente reconocidos o en algún momento muy radiados. Hasta la radio, en el que los DJ se sienten rock stars y miran por encima del hombro a aquel que aún no tenga nombre. Pero están muy cómodos programando la misma música de hace 20 años y a los que se les infla el ego porque hay que rogarles para que puedan pasar una canción, pues en sus manos está la decisión. En el mejor de los casos, en los bares las bandas podrán tocar en los días donde precisamente hay menos público, o menos “riesgo” para el bar. Y en la radio si al caso un intrascendente pasada si no eres amigo del DJ o director de la emisora.

Al público colombiano se le está olvidando la esencia y la razón por la que nació de Rock al Parque: la de ser un espacio para dar a conocer música local a un público masivo, y en el que por primera vez nuevas bandas tendrán la oportunidad de tocar ante miles de espectadores. Luego, para atraer a esa gran masa, apoyarlo con algunos bandas internacionalmente conocidas. Pero tal vez el festival ha fallado en su comunicación o quizás ha olvidado recordarle a la gente su esencia y la razón por la que nació, si es que aún esa es su prioridad.

Vea mas fotos de Rock al Parque en: https://www.flickr.com/photos/balanta/albums/72157657154284679

Diego Balanta
Realizador y Director Audiovisual
Universidad Nacional de Colombia
http://diegobalanta.blogspot.com
Reel: https://vimeo.com/126023392
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