Bien y mal. Víctima y victimario. Blanco y negro. No hay espacio para tonalidades de colores ni puntos intermedios. Los diametralmente opuestos no se atraen, sino que hasta llegan a unirse y ser uno solo.
Este es el caso de la cinta Black Swan, dirigida por Darren Aronofsky y protagonizada por Natalie Portman, quien merecidamente se alzó con el Oscar a la Mejor Actriz por la interpretación, donde logra hipnotizar al espectador.
Black Swan (El cisne negro en su traducción al español) se centra en la historia de Nina (Portman) , una bailarina que espera interpretar el personaje principal de El lago de los cisnes, próximo montaje de su compañía de ballet. Lograr su objetivo no será fácil, pues se espera que sea capaz de representar —con la misma facilidad— al frágil e inocente Cisne Blanco y al sensual y apasionado Cisne Negro.
Superficialmente y a primera vista, Nina calza perfectamente como Cisne Blanco porque luce como la chica buena, sacrificada, abnegada y muchas veces víctima de quienes la rodean como el profesor Leroy (Vincent Cassel), o su autoritaria madre Erica (Barbara Hershey). Para Nina será fácil ser cándida hasta que Lily (Mila Kunis) aparece en su camino. Lily es la personificación del Cisne Negro y por lo tanto, una rival peligrosa para la protagonista de la historia.
Black Swan es un thriller psicológico que con éxito consigue ese efecto de suspenso en el público que debería tener cualquier cinta perteneciente al género. Inclusive logra sumergir tanto en su trama que más de uno saldrá con dolor de espalda o escalofríos en el cuello de la sala de cine después de haber digerido sus secuencias de terror y miedo, que además están bien enlazadas y en ocasiones coloreadas por sangre.
En su trabajo interpretativo en Black Swan, Portman pasa por una serie circunstancias que reflejan trastornos psicológicos como paranoia, alucinaciones, repeticiones compulsivas, y diversas obsesiones. Las fronteras entre el bien y el mal están definidas. Inclusive la existencia de una supone la ausencia de otra, pero en ocasiones resulta inevitable preguntarse quién es la buena o la mala de la historia, cuál es la realidad y qué es lo imaginario dentro de la trama.
La película apunta a Natalie Portman como única protagonista de la cinta. Los demás actores y sus personajes son de reparto. Tan simple como eso. Mila Kunis logra brillar por momentos pero su parlamento es poco. Barbara Hershey luce muy bien como la madre controladora, a pesar que el personaje tiene pocas escenas. Inclusive, Winona Ryder como Beth (la bailarina que ya pasó a retiro) se convierte casi en un elemento decorativo sin ningún tipo de fuerza en las escenas.
El ya famoso beso lésbico entre Portman y Kunis en Black Swan pasará a la historia del cine. Definitivamente no es apto para puritanos o mentes excesivamente conservadoras. Mención aparte también merecen los efectos especiales, especialmente cuando Nina se va convirtiendo en Cisne Negro en pleno escenario.
Temas como trastornos alimentarios (bulimia y anorexia), homosexualidad, relaciones madre-hija son tocados sólo superficialmente en la cinta. Quizás son contenidos de poca importancia para los realizadores del filme o quizás los 108 minutos de la película se quedaron cortos. Pero en términos generales, Black Swan vale la pena verla en formato gran pantalla para el que fue realizada.