LONDRES — Dos mil millones de telespectadores e internautas, medio millón de admiradores, 7.000 periodistas y 1.900 invitados serán testigos de la boda del príncipe Guillermo con Kate Middleton

, pero lo que suscita más curiosidad entre todos ellos es el vestido de la novia.

Cuando la futura princesa se apee el viernes de su Rolls Royce frente a la abadía de Westminster, la gente sólo tendrá ojos para este modelo que dará la vuelta al mundo en cuestión de segundos y desatará innumerables comentarios -halagüeños o viperinos- en las redes sociales, mientras los imitadores ponen en marcha su maquinaria.

«Es el vestido que va a recibir la atención más instantánea y mundial de la historia», estimó Edwina Ehrman, conservadora del museo Victoria and Albert de Londres que está preparando una exposición sobre moda nupcial.

El secreto mejor guardado de cualquier novia ha despertado una expectación aún mayor por tratarse de una probable futura reina de Inglaterra, y el palacio ha mantenido un silencio total sobre este traje que se espera dé algunas pistas sobre la personalidad de la princesa.

«Su vestido no es simplemente su traje de novia sino una enorme bandera que simbolizará su gusto, su compromiso (o no) con la moda y su actitud respecto al dinero en una época en la que la economía está de capa caída», escribió la directora de la edición británica de la revista Vogue, Alexandra Shulman.

«Es mucho más que un vestido», afirmó en un artículo especial publicado este mes en el diario The Times. No se sabe sobre qué diseñador ha recaído esta real responsabilidad, aunque muchos rumores parecen apuntar hacia Sarah Burton, sucesora del desaparecido Alexander McQueen, una elección que satisfaría al mundo de la moda británica.

Además, Burton ya tuvo relación con la familia real cuando en 2005 creó el traje de novia de la nuera de Camila, Sara Buys, quien estaría al parecer asesorando a Kate en materia de moda y estilo. Esto no impide que se barajen otros nombres como la relativamente desconocida Sophie Cranston, Alice Temperley, Phillipa Leple o Bruce Olfield.

Sea quien fuere el elegido, los expertos coinciden en que el vestido de Kate será clásico y elegante, pero dado el contexto económico actual más sencillo que el traje de estilo merengue de princesa de cuento de hadas, con ocho metros de cola, que llevó Diana el día de su boda con el príncipe Carlos en 1981.

Debería tener sin embargo algún detalle moderno o dramático, y sobre todo llenar la Abadía de Westminster, aunque el histórico templo gótico sea considerado un espacio menos imponente que la catedral de San Pablo donde se casaron los padres de Guillermo.

«Es un gran edificio y parecerá una minúscula manchita si no lleva algo con una cola un poco larga o volumen», opinó Ehrman, para quien también llevará velo y posiblemente tiara, aunque todo dependerá de la imagen que quiere dar al mundo en su introducción como princesa Catherine.

«La incógnita es hasta qué punto se va a presentar como la novia absolutamente tradicional y hasta qué punto el diseñador colaborará con ella para darle esa pequeña diferencia», agregó la especialista.

La originalidad no habrá que buscarla del lado del color, que estará entre el blanco, el crudo y el marfil, ni en las telas, entre las que debería dominar la mejor seda, tal vez combinada con detalles de encaje dado que una princesa no puede aparecer con la espalda y los hombros desnudos.

El desafío será encontrar el equilibrio entre un vestido digno de una futura reina, pero al mismo tiempo actual. «El vestido de Catherine debe reflejar nuestra época», dijo Joanna Marschner, conservadora de Palacios Reales Históricos. «Si se mantiene fiel a sí misma y al presente, será un gran vestido».

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