La actriz estadounidense, Demi Moore, que en noviembre se separó de Ashton Kutcher por una supuesta infidelidad, fue ingresada en el hospital la semana pasada al sufrir un ataque,

y desde entonces ha estado expuesta a una gran atención mediática por los rumores que apuntan a sus problemas de anorexia y de abuso de ciertas sustancias.

«En lo referente a la autoestima, esta es una de las peores cosas que podían ocurrirle a Demi, ya que es una persona de carácter muy reservado. Se siente muy avergonzada por lo que ha pasado», explicó una fuente.

La estrella es una ferviente seguidora de la Cábala, una corriente alternativa del judaísmo, y su fe considera que este tipo de problemas son un don del que puede aprender. «Sus dificultades pueden verse como una oportunidad, como una bendición. Desde un punto de vista espiritual, lo que le ha ocurrido es un don, una revelación que le ayudará a crecer y a darse cuenta de que tiene que ser más responsable con su vida», contó un amigo cercano a la edición digital de la revista People.

Por otra parte, Demi se resistiría a entrar en rehabilitación, a pesar de que sus propios hijos le han pedido que busque ayuda a través de esos medios. «Está claro que Demi necesita ayuda profesional pero no se siente preparada para ello. No quiere entrar en rehabilitación porque cree que sus problemas son meramente emocionales. Sin embargo, sus hijas están intentando convencerla para que ingrese, especialmente Rumer, que fue testigo de las convulsiones de su madre», explicó otra fuente.

En vez de eso, la estrella, que podría haber desarrollado una adicción al Red Bull y a ciertos medicamentos, se habría decidido a intensificar su «terapia espiritual» desde que saliera del centro médico.